Durante un viaje por el país en 2012 buena parte de nuestro transcurrir de un lado a otro por Benín, lo hicimos en manos de Patrice, un muchacho entrañable que ejerce de taxista. Volcado, entusiasta, trabajador incansable y entregado padre de familia. Su gran problema era el de tener que hacer de taxista sin taxi. Estaba obligado a alquilar un vehículo diariamente a otra persona. Para su desgracia, esta persona no le cobraba en función de los servicios que realizase, sino que Patrice estaba obligado a pagarle una cantidad fija y sustanciosa cada día que necesitaba el coche. La cosa estaba tan justa que en ocasiones cuando le rendía cuentas al dueño del vehículo tenía que poner encima de la mesa más dinero del que había podido recaudar después de toda la jornada laboral. El coche era un viejo Toyota destartalado al que había que empujar de vez en cuando y que atar las puertas con una cuerda para que no se abriesen.
La situación nos parecía tremendamente injusta y nos hizo pensar que no estaría nada mal conseguir que Patrice pudiera tener un taxi propio. El esfuerzo de 14 horas diarias de trabajo redundaría en su propio beneficio. Cuando lo hablamos con él se le iluminaban los ojos. Era evidente que se ilusionaba con la posibilidad pero realmente le parecía una utopía, un sueño, algo imposible de alcanzar.
Ya de vuelta nos pusimos manos a la obra. Nos empeñamos en conseguir los 4.000 euros que hacían falta para hacer realidad ese sueño. Si lo lográsemos le habríamos proporcionado un trabajo estable para bastantes años. La Asociación Destino Benín y Patrice firmarían un contrato por medio del cual éste se comprometería a devolver los 4.000 euros en un plazo determinado. Después, se podría utilizar de nuevo el microcrédito para volver a hacer lo mismo con otro joven emprendedor. Pusimos en marcha el proyecto "Un taxi para Patrice". Hacía falta tiempo, ganas de conseguirlo, una campaña entusiasmada y un puñado de amigos solidarios. Todo eso estaba ahí.
Al año siguiente volvimos a Benín. En ese momento la situación de Patrice era totalmente desesperada. Estaba a punto de emigrar a Niger intentando escapar de la miseria. Necesitaba escabullirse del hambre. Buscaba angustiosamente alguna vía que le permitiese sacar adelante a su familia y ver algo de color en su futuro y en el de los suyos. Cuando le hicimos entrega de su flamante Toyota no podía reprimir su alegría y las lágrimas. Su sueño se había hecho realidad.